miércoles, 15 de junio de 2011

UNA AFICIÓN MUY ESPECIAL

Ésta era una anciana mujer, llamada Evarista, que, con sus ochenta y siete años, tenía una adicción: los búhos. Su casa era color marrón oscuro, con cuatro estancias: un servicio, un salón, una cocina, y una habitación, todas ellas repletas de pequeñas figuras de búhos, o no tan pequeñas.
Su adicción comenzó a los diez años, cuando su padre, de caza, mató a un búho. La impresionó, y, en ese instante, cogió al inerte animal, lo enterró, e hizo un dibujo sobre él. Al transcurrir los años, y tener su propia casa, guardó todos los dibujos de búhos que había hecho, y otros los colgó. Después llegaron las figuras, y mas tarde un búho real: Hedwig.
A los ochenta años comenzó su verdadera locura. Se creía un búho.
Ya tenía los ochenta y siete, y su locura ya era extrema, pero le iba a durar poco.
Un día, saliendo de su casa, por la calle, empezó a delirar: comenzó a imitar a un búho. Se sentó en un anco, frente a un gran estanque, en el que había una mujer y su bebé al lado. Lo imitó, hizo el sonido que suelen hacer: uhh, uhh, uhh,...La mujer la mirño con cara extraña, y el bebé comenzó a llorar. Se levantaron y se fueron.
La anciana mujer quedó allí sentada, sola, hasta que se sentó un niño de unos siete años a atarse los zapatos. Volvió a hacer el extraño sonido, que conjuntado con su encojuda postura y sus ojos extremadamente saltones, daba un aspecto extraño y atemorizador. El niño salió asustado.
La pobre mujer, tras irse, se levantó, y comenzó a agitar discretamente los brazos, como si fueran alas, y después de manera más exagerada, hacía que volaba y emitía sonidos extraños, como el búho, y la gente comenzó a apartarse de ella.
Se dirigió al lugar más alto de la ciudad. Un precipicio muy alto, donde, al otro lado, no había más que un pequeño riachuelo con piedras afiladas. Se acercó a su borde, agitó poco a poco las "alas" y saltó.
Saltó por eae gran y peligroso precipicio, y mientras agitaba los brazos y caía parecía feliz. Sentía el aire en la cara y cómo volaba( mas o menos).
Cuando llegó...en fin.
Ya no queda nada, solo un vago recuerdo de su especial personalidad, y sus...preciados objetos, que quedaron con el resto de sus cosas en aquella casa, hasta el dñia del Juicio Final, pues nadie entró nunca allí. Se creía que aquella casa estaba embrujada, y todo allí quedó como antes, pero con la presencia de la vieja aun flotando en el aire.

miércoles, 1 de junio de 2011

EPISODIO PICARESCO

Me duele que pienses eso de mí, Marcos, mi amor, que creas que fui capaz de hacer aquello, por ello te escribo esto, con dolor, para que creas mi inocencia.
Siempre he sido algo problemática, algo difícil de manejar, lo admito. Me crié en un pequeño internado en Castilla y León. Nunca llegué a conocer a mis padres. Me encontraron en la puerta, abandonada, con una nota que decía: "Cuidarla como yo lo haría".
A los siete años salí de allí, después de haber pasado allí toda mi vida, ya que me adoptó una mujer que rondaba los setenta, y que se encontraba muy sola. Me adoptó, eso sí, porque era alérgica al pelo de los animales, no podía comprarse una mascota, y ya probó con peces e incluso una tortuga, y no funcionó.
Cuando vi que me escogía entre tantas niñas que había en el orfanato,  me sentí la niña más afortunada del mundo...Me equivocaba. Ésta mujer ni siquiera intentó cogerme cariño. Era como su juguete, su mono de feria, para que la entretuviera, o simplemente, para hacerla compañía.
Nunca me llevó a la escuela, no quería que conociera otra vida, que me escapara quizás, así que tenía un profesor particular, aunque apenas dos horas al día. El resto del tiempo lo empleaba limpiando la casa, o mejor dicho, la mansión. No me sobraba el tiempo.
Cuando la vieja dormía, en su vieja mecedora, yo aprovechaba para jugar, le cogía sus libros, sus figuras de cristal, y me entretenía con ellas.
Pero un día rompí una. Creí que no estaba en peligro porque la vieja no se había despertado, pero a la mañana siguiente descubrió que faltaba uno de sus caballos de cristal, y tuve que sacra los pedazos de mi escondite. Me azotó, las heridas me duraron semanas, y me redujo la comida, es decir, si antes comía poco, ahora menos.
Ya tenía los nueve años, y era una chica lista, ya alta. Eso jugaba en mi ventaja, Las galletitas saladas que tanto me gustaban y que una vez al año probaba se encontraban en el salón, encima de una estantería. Un día en que la vieja se estaba duchando, me decidí a cogerlas. Me subí a una silla, pero no llegaba. Puse cuatro libros debajo de mí para poder cogerlos, y lo conseguí.
Cogí cuatro galletas, y la vieja no se enteró, pero un día, cogió uno de sus libros y vio en la tapa dos pequeñas huellas de zapatos. Me hizo confesar, y al principio la mentí, pero con una poco creíble mentira.
Le dije la verdad, y me abofeteó aún más. En ese mismo instante me juré y me perjuré que jamás debñia mentir, porque luego es peor.
Deberías creer que lo he cumplido, deberías hacerlo, de verdad, sola y únicamente porque te quiero.

miércoles, 9 de marzo de 2011

DULCE AGONÍA

¿Dolor, qué es eso?
Es aquella fuerza que obstruye mi pecho,
que no me deja respirar,
que es imposible de evitar,
siempre que te veo.

¿Por qué me conquistaste, lisonjero
me enamoraste con tu dulce soonrisa mortal,
con tus ojos que cual suaves agujas se clavan en los míos,
y con tu voz, afilado y delicado cuchillo,
que avanza por mis oídos letal?

¿Amor qué es eso?
¿Es un dulce sentimiento o una lenta agonía?
¿Hormigueos en el estómago, o son astillas?
¿Terrible y doloroso, o simplemente hermoso?
¿Similar a las tinieblas del infierno,
o al puro y maravilloso cielo?

Una lágrima tras otra cae en este mudo papel,
un inexistente humo asciende por mi cabeza, dañándola,
y un sordo grito recorre mis tímpanos,
pues esas preguntas no tendrán respuesta,
hasta el día en que en verdad me quieras.

viernes, 28 de enero de 2011

Argumentación sobre el escudero( del Lazarillo de Tormes).

El escudero era el típico hombre que engaña con las apariencias. Es lo que le pasó a Lázaro. En el tratado tercero, nuestro protagonista se encontró con un escudero de apariencias dignas, un hombre al que no le faltase el dinero. Se convirtió en su amo, al que sirvió durante un tiempo.
Lázaro estaba contento con su nuevo amo, pues no le trataba mal, ni le pegaba. Pese a esto decía que bien era cierto que si abandonaba al clérigo( su anterior amo), podría caer en manos de alguien que le tratase bien, o también era cierto que podría acabar con alguien peor.
Ésto fue lo que él decía: que había acabado con alguien peor, que aunque le tratase bien, no le cuidaba, no le alimentaba. Mas bien era al revés.
Este hombre, el escudero, me parece que es algo complejo. Lo más importante para él parece que es el honor, aunque en realidad le importaba más sobrevivir.
Esto lo demostró cuando escapó y dejó a Lázaro.
Lo que pasó es que descubrió que dos personas, un hombre y una mujer, iban a pedirle el alquiler de la casa y de la cama respectivamente.
Ahí se demuestra que lo más importante no es el honor para él, pues huye, porque no tiene dinero para pagar el alquiler, y en vez de quedarse y afrontar las consecuencias de no haber conseguido dinero, de no haber trabajado para conseguirlo, escapa, dejando a Lázaro sólo, con las deudas por pagar.
Cuando llegan, Lázaro, inocentemente, dice que no sabe dónde está su amo, ni su dinero, que sólo sabe( o cree) que tenía unas tierras por Castilla, pues se lo contó su amo, pareciendo a la vez nostálgico, cuando en realidad todo era una farsa. Lázaro se salvó únicamente por la ayuda de sus vecinas que de vez en cuando le alimentaban, cuando Lázaro no conseguía comida y la repartía con su amo.
Por esto y por demás cosas que acabo de explicar, creo que el escudero es un hombre falso, traicionero, mentiroso, pues no siempre que alguien sea amable, tiene que ser a su vez buena persona.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

FÁBULA: MAL DE AMORES

Estos eran dos compañeros de trabajo, Juanito y José, que trabajaban acaloradamente bajo el abrasante sol, cavando el agujero en el que deberían construir, ya acabado, la enorme mansión.
Sonó la sirena. Tocaba el descanso, y mientras cada uno cogía su bocata, Juanito comenzó a hablar:
   -¡Qué desgraciado soy! Sufro mal de amores, José, ¿te puedes creer que me he enamorado de la dueña de la mansión que vamos a construir? Soy un estúpido, ya que nunca una mujer bella y rica como ella se podrá enamorar de un pobre obrero como yo...-suspiró, y bajó la cabeza, apenado.
   -¡Nunca digas nunca, Juanito!- le dijo José- nada es imposible. Te voy a contar la historia de un hombre al que le pasaba lo mismo que a ti. Éste era un hombre, que rondaba los treinta y cinco años, un simple músico de bares arruinado. Resulta que un día mientras tocaba, entró una mujer, de aspecto muy rico, y a la vez de enorme belleza. Aunque nada mas entrar se giró y se fue, se quedó perdidamente enamorado de ella.
Desde ese momento comenzó a buscar a la hermosa mujer, y a terminó por encontrar. Había un titular en el periódico en el que se hablaba sobre una mujer famosa, pintora, cuyos cuadros se vendían por miles de euros. Su nombre según decía era Paula Díaz, y su foto se mostraba al lado del titular, junto a una de sus obras. Pensó que era imposible conquistar a tal mujer, por lo que dejó de buscarla, aunque seguía perdidamente enamorado.
Un día, mientras paseaba por las calles de Madrid, se la encontró, se miraron y surgió una chispa de amor. Se acercó a hablarla, y tras quedar dos o tres veces con ella en el bar en el que la vio por primera vez, y tras entregarle rosas, al cuarto día terminaron saliendo juntos, y a ella no le importaba, pues bien sabía que el amor no se puede comparar con el dinero.
   -Es una bonita historia, José, puede que valga la pena intentarlo.
Y, ya motivado, el obrero lo intentó, y finalmente conquisto a la mujer.
   -Bonita historia- dijo Paco a su primo- y de tanto que me ha gustado la voy a añadir a mi libro.
Y dijo así:
                De mal de amores no debes sufrir,
                pues lo que quieras podrás conseguir.

domingo, 14 de noviembre de 2010

TRAICIÓN EN LA CATEDRAL

Los niños corrían por la plaza. Los mercaderes mostraban sus productos a todo el que pasara. Un grupo de mujeres cuchicheaba para no ser oídas... Montones de personas caminaban frente a la hermosa catedral,(terminada hacía poco)  que se giraron al verme pasar.
Yo iba montada en mi preciosa yegua con mis guardias cortejándome al rededor. El obispo me había hecho llamar para ver la hermosa y ya terminada catedral, ya que era la hija del dueño de aquel enorme feudo.
        -Lady Isabelle -me saludó el buen hombre al llegar a las puertas del enorme edificio- es todo un honor.
Mis sirvientes me ayudaron a bajar del caballo. Le saludé con una inclinación de cabeza.
Entré en la hermosa catedral con el obispo y dos de mis guardias. Los demás quedaron fuera, lo cual mas tarde supe que fue un error.
La catedral era enorme, luminosa y muy decorada. Subimos a la planta mas elevada, a un pasillo que daba al exterior.
Salieron dos hombres discretamente de la sombra. El obispo se giró para mirarme en el mismo momento en que unas flechas atravesaban a mis sirvientes.
Quise gritar, mas me taparon la boca. Entonces reconocí a uno de los hombres.
       -Hola hermana- me sonrió burlón- siento hacer esto, pero nuestro padre te quiere dejar en herencia algo que yo quiero, y, como creerás conveniente no lo puedo permitir.
Me asuste, supe que me quería asesinar ahí mismo,en la casa de Dios, pero se me ocurrió un plan.
Hice que me desmayaba junto a uno de mis guardias, que iba armado, y ya que era muy diestra con la espada, aproveché la ocasión. Cogí rápidamente la espada de mi guardia y atravesé a mi hermano en el momento en que se inclinaba hacia mí. Me miró con sorpresa...mas ya se había ido.
Me levanté ágilmente, espada en mano, mas el otro hombre y el obispo se inclinaron ante mí. Me pidieron perdón, por haber echo tal barbaridad en un sitio como aquel, y que fueron obligados por mi hermano.
Les perdoné con la vida, pero aun así les dije que se fueran y no volvieran jamás.
Todo el pueblo se enteró de la traición de mi hermano y el obispo, y de mi increíble valentía... pero nadie más supo nada del otro hombre ni del obispo.